Continuación

– ¿Te acuerdas de lo que te conté el otro día del pintor y lo que pasó con sus empleados?

– ¡Sí! Que lo tuvo que hacer él. ¿No?

– Al principio, según se puso a arreglarlo, y empezó a ver más desastres que habían montado los otros pintores, más enfurecido se ponía. Estaba todo el rato soltando ira por su boca.

– ¡Normal! Yo también estaría mosqueada si mis trabajadores se hubiesen comportado así y hubiesen hecho miles de cosas mal. Además, ten en cuenta una cosa. Tú viste fallos, pero el jefe, que es pintor, él vio muchos más fallos que tú. ¡Seguro!

– Y no lo pongo en duda. Claro que vio un montón de cosas a arreglar. El problema es que según iba arreglando las cosas, más improperios salían por su boca, más enojo, más ira. No tenías mas que verle la cara. Tenía el entrecejo fruncido. Las manos estaban apretadas, como cuando vas a dar un puñetazo. Según iba dando yeso, brochazos o lo que fuese más tenso se iba poniendo.

– No sé de qué te asustas. Es normal.

– ¿Normal? No lo tengo tan claro. ¿Que todo lo que sucedió me enojó? A mí también. ¿Cómo crees que me sentí? Podía haber tenido la casa pintada hace más de una semana y aún tengo toda hecha un desastre. Pero como yo le dije, lo sucedido está en el pasado, el pasado no lo puedes cambiar. ¿o es mentira?

– Pues no, el pasado no se puede cambiar. El problema es que te sientes tan mal, que no puedes dejar de pensar en él.

– ¡Claro! Pero está en el pasado. El pasado no lo podemos cambiar. Está ahí inmutable. Lo único que podemos hacer es dejarlo ahí, atrás. Y desde ahí ver el presente. Ver el presente dirigiéndonos hacia lo que queremos para ese presente y para nuestro futuro. Se lo pregunté al pintor. ¿Qué puede hacer ahora para arreglar lo sucedido? ¿Hacia dónde quieres ir con lo que estás haciendo? Incluso, es más. Esa situación le está enseñando algo. Y se lo dije. ¿Qué crees que aprendió con lo sucedido? ¿Volverá a dejar un trabajo en manos de sus trabajadores sin ir de vez en cuando a ver lo que están haciendo? Estoy segura de que no.

– ¿Y qué te dijo?

– Nada, seguía de mala leche.

– ¿Y qué hiciste entonces?

– Le dije que tratase de ver el lado positivo de la situación. Ahí pudo comprobar cómo sus clientes de verdad, los que están con él en su proyecto, yo en este caso, estamos con él, ahí, apoyándole. Es lo que dijiste tú. Si te hubiese pasado a ti le habrías mandado a freír puñetas. Pero en nuestro caso, le dejamos ahí. Confiando en él y en su trabajo. ¿Qué te crees, que eso no le reconfortó?

– Pues sí, claro. Eso da ánimos a quien sea.

– Le dio tantos ánimos, que dejó el salón precioso. No le dio tiempo a terminarlo. Pero, ¿sabes cómo dejó el techo, los rodapiés, los marcos de las ventanas? Más que bonitos, pulcros, impolutos. ¿Y cómo fue? ¿Cómo logró todo eso? Gracias al cambio interno que hizo de dejar de ver todo lo negativo de lo que había sucedido y centrarse en lo positivo de la situación. Cuando haces las cosas viendo lo bueno, lo positivo de lo que estás experimentando te hace sentirte mejor y hacer mejor aquello que estás haciendo.

-Sara Estébanez-

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