…Continuación

– Pero esto, a pequeña escala genial. Pero, ¿y a gran escala? Sí. Yo tomo parte en lo que es la dinámica de la clase. Con mis preguntas, con mis comportamientos, con el trato con los profesores y mis compañeros, pero poco más. Yo sólo influyo en mi clase. En el colegio, que sería el siguiente nivel no altero nada de nada a lo que es el colegio en sí. Soy uno más y ya está. Y claro, desde ahí ya sí que no pinto nada. Sí, formo parte de un Todo. Pero yo no influyo nada en él. Estoy ahí como una hoja está en el árbol. Soy insignificante.

– ¿Estás tú seguro de eso?

– Pues sí. – Rechistó enfurruñadamente.

– Yo no lo estoy tanto. Pongamos que eres el macarra de tu clase. Te portas mal. Boicoteas las clases. Pegas a tus compañeros… Hasta ahí sí reconoces que formas parte de ese Todo llamado clase. ¿Verdad?

– Sí. Ahí sí pinto algo. Se me tiene en cuenta. Pertenezco al grupo.

– Pues a nivel del colegio entero también. Fíjate. Pongamos que sigues siendo el macarra que decíamos antes. ¿Y si te haces amigos en el colegio y formas una banda con alumnos de otras clases? Te haces el líder del grupo y les enseñas a hacer todas las gamberradas del mundo. ¿Eso no influiría en todo el colegio? Ya no sólo sería tu clase la que se viese afectada con tus barbaridades. Las clases de cada uno de tus amigos también tendrían sus consecuencias. ¿No te parece?

– Mmmm… ¡Jolines! Claro, si lo ves así, pues sí. Pero esto a grandes niveles dentro de lo que es nuestra sociedad ya sí que sí que no pintamos nada. Ese Todo que conforma una ciudad, un país o un continente, ahí ya sí que uno individualmente no pinta nada de nada. Somos un granito de arena en un desierto.

– A ver. Sí, somos muchas personas. Pero todas tenemos nuestra parte en ese Todo llamado “sociedad” o en ese Todo llamado “Mundo”. ¿Que es menos visible? Sí, totalmente de acuerdo. Pero ahí estamos. Somos una pequeña parte. No podemos salirnos de ese Todo que se crea, formamos parte de él.

– Pero lo que yo haga no va a hacer que afuera cambie nada. Soy tan insignificante, tan pequeña cosa, que por mucho que yo haga nada cambiará.

– ¿De verdad?

– ¡Claro!

– Mira, para que veas un ejemplo. Seguro que éste no te deja indiferente. ¿Te acuerdas de que en la Prehistoria todos los pueblos eran nómadas? Siempre estaban yendo de aquí para allá. No tenían un lugar fijo en el que residir. Lo has visto en clase hace poco.

– Sí. – Afirmó. – No paraban de ir de un lugar a otro. Parecían un culo inquieto.

– ¿Y ahora cómo vivimos nosotros? ¿Seguimos siendo ese culo inquieto que no para en ningún lugar? ¿O ahora somos sedentarios, vivimos durante mucho tiempo en la misma ciudad, la misma casa…?

– ¡No! Yo llevo toda mi vida en la misma casa. De ahí no me he movido.

– ¿Y cómo crees que ha sido? ¿Qué ha pasado para que la humanidad pasase de ser nómada como antes, a ser sedentaria como ahora? El cambio no ha sido de un día para otro. Ha sido secuenciado, paso a paso. El primer día se asentó un grupo. Lo hicieron porque a alguien se le ocurrió. Tendrían sus más y sus menos, no lo sé. Pero lo que sí es cierto es que se asentaron, crearon sus primeras chozas, comenzaron a cultivar. Y así un largo infinito hasta llegar al sedentarismo en el que vivimos ahora. ¿Y dónde está el origen de ese cambio? En la idea que tuvo una persona. Alguien que un día se cansó de andar y andar y propuso quedarse en un sitio. Y fíjate, ese cambio que propuso esa persona de la Prehistoria hoy se ha transformado y nos ha llevado a una sociedad sedentaria.

Su mirada le delataba. Estaba más que impresionado. Su sorpresa fue infinita. Tenía razón. Había tomado conciencia de cómo una pequeña decisión tomada por una sola persona podía hacer que se generase un gran cambio en la humanidad. Y no sólo el paso de ser nómadas a sedentarios, a lo largo de la historia ha habido miles. Antes los trajes de baño eran de cuerpo completo, de cuello a tobillos. Después pasó de cuello a rodillas. Luego, se acortó un poco más y sólo tapaba el tronco. Después el bikini. Por último el topless y ahora ya hasta se practicaba el nudismo. Y, ¿cómo había surgido todo ello? Por el cambio de una sola persona. Esa se lo “contagia” a otros cuantos y los otros a los otros. Y así hasta que llega a la gran mayoría.

¡Impresionante!

 

-Sara Estébanez-

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