– Tú eres la parte de un Todo.

– ¡Ni de coña! – Exclamó.

– ¿No? ¿Seguro? ¿Y de tu clase? ¿No formas parte del Todo?

– ¡Qué dices! Yo estoy en la clase de 5º. Pero de ahí a que yo sea parte de ella, nada de nada.

– Analicémoslo. ¿De qué dirías que está formada tu clase?

– Las mesas, las sillas, la pizarra, los libros, las estanterías y poco más.

– Y yo te pregunto. ¿Qué hacen las mesas, las sillas y los demás elementos? ¿Qué pintan ahí si no hay nadie que los use? Esos objetos están ahí para algo. ¿Quién los usa?

– Pues mis compañeros y los profesores. – Contestó.

– ¿Y tú? ¿Tú no te beneficias en cierto modo de esos elementos? ¿No los usas?

– ¡Claro!

– Entonces tú también formas parte ese Todo. Y no sólo eso, también puedes modificarlo. – Continuó – No será lo mismo que te dediques a pegar a tus compañeros, romper las sillas y apedrear a los profesores, que si te sientas tranquilamente, escuchas las explicaciones y respetas a todos tus compañeros.

– ¡Pues claro! ¿Cómo va a ser lo mismo?

– Entonces estás admitiendo que formas parte del Todo llamado “clase”. Y que tus actitudes y comportamientos la van a condicionar de algún modo. Pues esto mismo pasa a nivel social, tanto en vecindarios, países o a nivel mundial. Lo que nosotros hagamos van a influir de algún modo en nuestra realidad. Es como un garbanzo, que no reconoce que es parte del cocido que vas a comerte tú. Sólo se ve a sí mismo y no ve la parte de ese Todo.

– Pero, ¿cómo puede ser eso? No lo entiendo. – Preguntó ya con los esquemas rotos.

– Piensa en dos países diferentes, uno que esté en guerra y otro que viva de forma pacífica. ¿Cómo se comportarán los integrantes de cada sociedad? Los que viven de forma bélica se dedicarán a puñetazo limpio y a disparar a quien se pone frente a ellos… Sin embargo, los que viven en una sociedad pacífica tendrán experiencias totalmente diferentes. Habrá comunicación tranquila entre sus integrantes, vivirán en el respeto y si surge alguna diferencia entre ellos lo dialogarán y ya está. No obligarán al otro a que piense igual que ellos a través de las armas. Dialogarán sobre ello. Justificarán sus porqués y así infinitamente.

– Si lo ves así, pues sí.

– Por eso, volvamos a lo que te decía el otro día, tú, tus acciones, tus pensamientos y tus creencias condicionan en mayor o menor medida tu realidad. Aquello que creas como cierto hará que actúes de un modo u otro. Esas acciones que lleves a cabo, harán que tus relaciones y tus experiencias sean las que son. Y así hasta infinito.

 

Continuará…

 

-Sara Estébanez-

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