…. Continuación
Como estuvimos viendo en este artículo, lo que hicimos en el pasado es la causa de lo que estamos viviendo en el presente. Da igual que sea que nos guste o que no, la causa está en nosotros, lo que hicimos, lo que pensamos, las creencias que tuvimos al respecto. Cuando lo consideramos como algo positivo, bueno, agradable… no tardamos en reconocer nuestra responsabilidad en todo ello. Pero cuando el resultado no es el deseado ahí cambia la cosa. En esas situaciones solemos acusar a los demás de todo lo que nos sucede.
Cuando los resultados que obtenemos son de nuestro agrado, deseamos dejar todo igual. Pero cuando no lo son, ahí queremos cambiarlo todo. El problema es que si no tomamos la responsabilidad de ello, nada conseguiremos. Veámoslo con un ejemplo.
Cuando tenemos un examen y lo aprobamos nos otorgamos todo el mérito: somos maravillosos, hemos estudiado mucho, somos merecedores de todo ello… Sin embargo, cuando suspendemos ahí la culpa es de cualquiera de fuera y no mía. El profesor es un tal o un Pascual. Me tiene manía. La asignatura es muy difícil. Mis amigos no me han dejado estudiar… Y así un largo etcétera. ¿Te suena esto de algo?
El hecho de haber suspendido esa asignatura no se puede revertir y hacer que en vez de ver un suspenso en tus notas, de repente aparezca un simple aprobado o algo más. ¿Verdad? Ahí la causa y el efecto son inmediatos. No estudio, suspendo.
Así sucede exactamente igual en el resto de situaciones que vivimos en nuestro día a día. Tales causas me han llevado a tener la realidad que estoy experimentando ahora ya sea que me guste o que no. Claro, que esas causas no las puedo cambiar. Están en el pasado. Y el pasado es inmutable. Lo que sí puedo hacer es tener en cuenta todo lo que ha sucedido en el pasado y cambiar mi forma de pensar y de actuar para así generar unas nuevas causas que me lleven a un efecto distinto.
El problema está cuando no vemos la relación entre esa causa y ese efecto. Ahí la cosa se complica bastante.
Veámoslo con otro ejemplo para verlo con mayor facilidad.
Pongamos que hemos insultado al cajero de la tienda a la que vamos a comprar. Habitualmente esperamos que sea la misma persona la que me “devuelva” el insulto, si es que es capaz de ello. Pero la cuestión es que no tiene por qué ser él quien me “lo devuelva”. Podemos vivir esa misma experiencia de menosprecio, pero esta vez recibiéndolo por parte de otra persona. Tampoco tiene por qué ser en la misma situación, ni en el mismo lugar. Este menosprecio puede aparecer en cualquier sitio y llevado a cabo por cualquiera: alguien que va por la calle, el portero de una discoteca, un vecino… Las posibilidades son infinitas. Además, ese desprecio no tiene por qué ser el mismo. Si insulto a alguien y le llamo “estúpido”, no tengo por qué esperar ese mismo insulto por parte de otro. También puede resultar que venga otro y me haga sentirme menospreciado, o que me trate con desprecio, que infravalore lo que hago, que me haga sentir inferior….
En definitiva, todo lo que hago tiene sus consecuencias y yo mismo experimento aquello que he generado con mis pensamientos, mis palabras y mis acciones. Por eso, la próxima vez que te veas tentado de hablar mal a alguien o hacerle algo que le perjudique o le sienta mal, te invito a que te preguntes si a ti también te gustaría vivir esa misma experiencia. Si la respuesta es afirmativa, adelante. Pero si es negativa, mejor que no lo hagas.
Pero demos un pasito más en todo esto.
Te invito a que cuando te encuentres en una situación que te desagrada, te preguntes qué puedes HABER HECHO TÚ que hagan que vivas dichas experiencias y no otras. Pero no sólo lo que has hecho analizando la situación a través del Principio de Causa y efecto. También juegan un papel muy importante el resto de Principios.
- El Principio de Mentalismo con tus pensamientos y tus creencias sobre ello. ¿Qué pensamientos y creencias pueden ser los que hayan generado esta situación?
- El Principio de Correspondencia con cómo te tratas a ti mismo en esas situaciones similares a nivel emocional cuando te salen y cuando no.
- El Principio de Vibración con cómo vibras, cómo te sientes a todos los niveles: físico, mental, emocional. Qué sentimientos, emociones son los que han generado dicha situación.
- El Principio de Polaridad con el nivel de excitación, alegría… cuando te encuentras en el lado que tú ves como positivo y el nivel de “depresión”, “desánimo”… cuando sientes que estás en el negativo. Observa cómo se interrelacionan dichos polos cuando estás en uno u otro.
Al reconocer que eres tú la causa y el efecto de tus experiencias, puedes cambiar tus experiencias futuras cambiando tu comportamiento en el aquí y ahora.
SI CAMBIAS LA CAUSA, CAMBIARÁS EL EFECTO.
-Sara Estébanez-
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