– Mi hijo me pone de los nervios. Es un egoísta y un irrespetuoso. Sólo piensa en sí mismo y deja a los demás de lado.

– En nuestra vida las personas lo que nos rodean están haciendo de espejo nuestro. Están mostrando lo que nosotros mismos proyectamos. Lo que están haciendo es mostrarnos cómo somos realmente en nuestro interior. Es el Principio de Correspondencia en su máximo esplendor. Lo dice claramente, “como es adentro, es afuera”. La vida sólo es un espejo que está mostrando cómo somos realmente.

– ¡Eso es imposible! Yo no soy nada desconsiderada. Estoy siempre pensando en los demás. Les respeto enormemente. ¿Cómo puedes decir eso con lo atenta que soy?

– En la vida todo es un espejo. Cuando vemos algo que nos gusta lo relacionamos con nosotros mismos. Nos ponemos la medalla de “fíjate, que yo también hago eso”. Pero cuando lo que percibimos en el otro nos desagrada y lo calificamos como negativo la cosa cambia. No lo reconocemos en nosotros mismos. Y nos decimos cosas como “¿Yo? Imposible. Yo no soy así. Yo jamás hago eso ni lo haría.”. Es exactamente lo mismo que te estás diciendo sobre el comportamiento de tu hijo.

– ¡Efectivamente! ¡Yo no soy así!

– ¿Sabes una cosa? Cuando criticamos a alguien en realidad, a quien estamos criticando es a nosotros mismos. Estamos viendo esa parte que no nos gusta de nosotros. Pero lo que hacemos es proyectarla en el otro. La vemos en el otro, pero no en nosotros.

– ¿Cómo? No lo entiendo. Yo no soy borde. No falto el respeto a los demás. Soy atenta con ellos. Dejo de lado mis deseos para ceder en los suyos.

– ¿Seguro? Ya sólo con tu tono de voz y con los adjetivos calificativos que has puesto sobre tu hijo le estás faltando al respeto. ¿Has dicho algo bueno de él? ¿Quién sale beneficiado con todo esto? ¿Tu hijo que le estás poniendo a parir? ¿O tú que te estás poniendo por encima de él como la maravillosa y encantadora que lo hace todo por los demás?

– Mmmm…

– Es un mecanismo de autoprotección. Proyectamos sobre el otro aquello que no nos gusta de nosotros mismos para así no reconocerlas en nosotros. Con ello conseguimos disminuir la ansiedad y reducir el sentimiento de culpa que nos genera ese comportamiento que estamos criticando en el otro. Piénsalo. ¿Cuántas veces al día haces lo que se te antoja ignorando lo que le pueda pasar al otro? ¿Cómo es tu trato con los trabajadores del mercado? Siempre les hablas con malas palabras y les faltas al respeto.

– ¡Con razón! No hacen bien su trabajo.

– ¿Y quién eres tú para decir que no lo hacen bien? ¿Tienen que hacer las cosas como tú digas porque si no se hacen de ese modo están mal hechas?

– Yo soy el cliente. El cliente siempre tiene la razón.

– Claro, tú tienes la razón y los demás no saben nada. ¿Cómo quieres que tu hijo sea respetuoso con los demás si tú le estás enseñando lo contrario? Tu hijo te está reflejando a ti. Está mostrando cómo eres tú realmente. Y si no es tu hijo, será otra persona. Nos pasa a todos. Todos tenemos nuestro aprendizaje. Cada uno en una faceta de nuestra vida. Si interiormente no cambiamos y no resolvemos ese comportamiento que rechazamos en el otro, éste seguirá apareciendo en nuestras vidas. Por eso, cuando te sientas molesto por los defectos de otra persona, sé honesto contigo mismo, mira hacia adentro y reconócelos en ti. Y si los reconoces y los resuelves internamente, afuera dejarán de estar. Con lo que esa actitud que tanto detestas y criticas desaparecerá de tu vida.

-Sara Estébanez-

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