Hace muchos años, cuando empecé a estudiar música, tenía una asignatura llamada “Solfeo”. Éste estaba dividido en varias partes. Una de ellas, era el dictado musical. Se me daba tan mal, tan mal, tan mal, que si quería aprobar, tenía que practicarlo más a fondo sí o sí. ¿Qué hice entonces? Mi profesora los días que no estaba en mi escuela, estaba en otra. Entonces, aproveché y a las dos escuelas que me fui. Unos días en la mía original, la que estaba al lado de mi casa. Y otros días a la otra escuela que me iba, que estaba a casi dos horas de mi casa. Pero tenía que ir si quería continuar con mi formación musical. Así, practicaba el dictado musical el doble de veces a la semana.

Allí, en la nueva escuela conocí a un montón de compañeros nuevos. Con una de las chicas hice migas. Nos hicimos amigas. Tan amigas nos hicimos, que muchos días me iba a su casa a pesar de tener que invertir más de dos horas para ir a verla. Aprovechaba el tiempo de los desplazamientos en leer y estudiar. Así, no era tiempo perdido, sino aprovechado.

Así, lo que en un principio era catastrófico, mi atranco en los dictados musicales, se convirtió en algo magnífico. Había encontrado a una gran amiga. Lo malo se había convertido en bueno. Y con los desplazamientos sucedió exactamente lo mismo. Tardaba mucho tiempo en llegar a su casa. Pero ese tiempo lo dedicaba a mis estudios, con lo que me reportaba un gran beneficio.

Y la cosa no acabó ahí.

Más adelante, otra de las asignaturas de la carrera de piano era “Música de Cámara”. Ésta consistía en tocar diferentes obras musicales varias personas a la vez, una con el piano, otra con un violín, otra un violoncelo, etc… El que fuesen unos instrumentos u otros los que tocaban juntos dependía de la elección hecha por el compositor. Yo había elegido una obra para piano y violín. Y claro, para poder tocar la obra juntos y así dar conciertos o examinarnos, teníamos que ensayar. Por eso casi todos los viernes quedábamos y así podíamos ensayar sin límite de hora. Pero este viernes, el violinista no podía venir a ensayar conmigo. Me llamó y canceló el ensayo.

Por otro lado, mi amiga me había invitado a una fiesta para ese mismo viernes. Pero como tenía el ensayo, decliné su invitación. Claro, que al llamarme el violinista, no lo dudé ni dos minutos, me arreglé y a la fiesta que me fui. A la única persona que conocía era a mi amiga, los demás no tenía el gusto de conocerle. Pero eso se arregló pronto. Mi amiga me presentó a muchas de las personas que había ahí. Estuve hablando con algunas de ellas, pero hubo una con la que hice migas. Estuvimos varias horas hablando tranquilamente y tomándonos una copa. ¿Y quieres que te cuente una cosa? Ese jijí, jajá de varias horas se convirtió en un noviazgo de varios años. Noviazgo que luego se transformó en una relación de pareja unida en matrimonio. Estas dos personas que te cuento somos mi pareja y yo.

Fíjate cómo son las cosas. Si el violinista con el que tocaba hubiese venido a casa a ensayar o no me hubiese avisado de que no podía quedar, yo no me habría ido a esa fiesta, y no hubiera conocido a mi pareja. Lo que era nefasto, el no poder ensayar para poder aprobar la asignatura se convirtió en maravilloso. Había podido salir y conocer a mi pareja.

Pero si nos vamos más atrás, ya la cosa es más alucinante. Si no se me hubiera dado mal el “Dictado musical”, no hubiera ido a la segunda academia. Al no ir, no hubiera conocido a la amiga que me presentó a mi pareja. Al no poder quedar con el violinista, pude ir a la fiesta y conocer a esa persona tan maravillosa con la que paso mis días.

En definitiva, algo que al principio era una pesadilla para mí, mi dificultad en el dictado musical, se convirtió en el mejor de los regalos que pude tener. Fue el trampolín que me permitió conocer a mi pareja. Si se me hubiese dado bien el dictado musical no hubiese necesitado ir a la otra academia, no hubiera conocido a mi amiga y no tendría como pareja a la persona que hoy tengo a mi lado.

¿Conclusión? Tratemos de ver el lado positivo de las cosas. A veces, lo que un día vemos como desfavorable, al día siguiente se transforma en extraordinario.

-Sara Estébanez-

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