Un día me contaba una amiga que tenía un cacho de ventana mágico. Para ella era todo amor y luz a la vez.

Cuando tomaban algún refresco o consumían algo cuyo recipiente era de cristal, lo ponía en el alfeizar de la ventana para así reciclar. Llenaban todo el alféizar excepto su trocito mágico.

Un día, tomaron unos refrescos con unos vecinos y al alféizar que fueron todas las botellas. Y los invitados pusieron los recipientes de cristal esparcidos, pero ella los recolocó dejando su cachito mágico vacío.

Al ver tal comportamiento, los invitados le preguntaron el porqué. Y ella les explicó.

Era mágico porque a través de ese cachito de ventana veía un trocito de palmera que había frente a ella. Y veía cómo los pajaritos iban y cogían tallitos tirando fuertemente. Ella suponía que tanto esfuerzo era para crear sus propios nidos. ¡Y así era! Un poco más arriba de donde ella miraba había un nido de gorriones con un huevito esperando a eclosionar.

Todos los días desayunaba sola y con sólo ver ese vaivén de los gorriones mientras desayunaba le hacía empezar el día con una sonrisa y lleno de alegría y amor.

Los vecinos se mofaron de ella, pero le resultó indiferente. Les hizo colocar las botellas de los refrescos “como debía ser” y todas las mañanas disfruta de su palmera, sus gorriones y su nido.

-Sara Estébanez-

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