Llevo un montón de años yendo a comprarme flores a la misma floristería. Tantos que la florista y yo tenemos una gran confianza la una con la otra.
El otro día estuvimos hablando sobre flores y no sé cómo salió la cosa, que le comenté que el año pasado la planta del dinero dio flores. No daba crédito a lo que estaba oyendo. Yo se lo dije como si hada. Sé que no a todo el mundo le da flores, pero al ser ella una entendida en el tema daba por sentado que a ella le sucedería lo mismo. Pero no era así.
Esto me dio que pensar. ¿Qué estaría haciendo yo para que el año pasado diese flores? Incluso, este año. Ya ha empezado a florecer. Y lo mismo ha pasado con otras dos plantas que me regalaron hace dos años. Cuando sus antiguos dueños las vieron un día que vinieron a casa se quedaron más que sorprendidos. Y las coincidencias, no son algo así al azar. Algo estaría pasando.
Algo estaría haciendo para que sucediera esto. ¿Pero el qué? Llevo más de diez años con la misma planta del dinero y hasta el año pasado jamás dio ni una sola flor. Ni hizo intento de ello.
Después de meditar sobre el tema lo único que se me vino a la cabeza es el amor que doy a mis plantas. Cada vez que las veo las miro con amor. Hablo con ellas. Les digo lo bonitas que están. Cuando les quito las hojas secas lo hago con sumo cuidado. Les hago mimitos. Les doy caricitas. Y miles de cosas más. Todas ellas positivas y desde el amor incondicional.
¿Sería esto lo que estaba generando esa diferencia? Era lo único que se me ocurría.
Todo esto visto desde el principio de vibración, tiene su lógica. Las palabras y los gestos amorosos hacen que la vibración de cualquier cosa sea más elevada. Masaru Emoto lo demostró en su investigación sobre el efecto de las palabras en el agua y en el arroz. En este artículo hablamos sobre este tema https://www.comprendiendolarealidad.com/las-palabras-el-arroz-y-nuestra-realidad/
Pero esto no sucede sólo con el agua o los granos de arroz. Ocurre igual con cualquier cosa que tenemos a nuestro alrededor. Todo está formado por átomos. Y los átomos son sensibles a la energía que les rodea, a las palabras que les decimos, a las emociones que emitimos hacia ellos, la música… En definitiva, a todo. Condicionando miles de cosas: el que nos encontremos bien o no, que un guiso que hacemos quede más rico o menos, que un objeto se estropee o no o dure más y así hasta infinito.
Por eso te recomiendo que cuides muy mucho lo que dices o haces y cómo. Todo ello va a condicionar tu realidad.
-Sara Estébanez-
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