En el artículo en el que estuvimos sentando las bases del Principio de Vibración os invitamos a ver un vídeo. En él se mostraba el efecto de las palabras en el agua. Se sometía a unas cuantas gotas de agua a diferentes palabras. Luego se congelaban. Y después se veía bajo el microscopio el efecto de cada palabra en cada una de las porciones de agua. En las fotos se podía ver claramente cómo las palabras positivas (te amo, felicidad…) o música clásica, la forma de los cristales congelados eran casi blancas del todo semejantes a la forma de una estrella. Sin embargo, cuando el agua era sometida a palabras negativas o música estridente, el color del agua era de tonos que denotaban impureza (amarillo, verde mohoso, marrón tirando a negro…)

Otro de los experimentos que llevó a cabo Masaru Emoto sobre el efecto de las palabras fue con arroz cocido. Cogió arroz cocido. Lo distribuyó en tres vasos iguales. En uno no puso nada y lo ignoró, como si no existiera. En otro puso “Eres Idiota” y todos los días se lo dijo. Y en otro puso “Gracias” e hizo lo mismo, se lo dijo. Este proceso lo llevó a cabo durante tres meses. Y como podrás imaginar, después de tres meses el arroz de cada vaso tenía un aspecto diferente. Lo puedes ver en el siguiente vídeo:

(https://www.youtube.com/watch?v=Cbi9DsXc2RE).

Has ahí todo perfecto. La cuestión es la siguiente. ¿Qué es lo que nos decimos a nosotros mismos o les decimos a los demás (familiares, amigos, compañeros de trabajo…? Aunque no seamos conscientes de ello, cada palabra, cada frase que le decimos tiene sus consecuencias.

Si lo que les decimos es positivo, elevaremos su vibración.

Si lo que les decimos es negativo, bajaremos su vibración.

Y no sólo eso. Nuestros pensamientos hacen lo mismo. Tienen el mismo efecto sobre todo lo que nos rodea. No hace falta que verbalicemos lo que estamos pensando. Con nuestros pensamientos es suficiente.

El proceso es el siguiente:

 

      1. Tenemos un pensamiento, una idea.
      2. Vibramos conforme a lo que hemos pensado.
      3. Radiamos la energía de nuestro pensamiento al otro.
      4. El otro adopta la energía del pensamiento que tú le has enviado.
      5. Y el otro cambia su vibración a la nueva que le has enviado.

 

El problema es que, la mayoría de las veces no somos conscientes de ello. Y luego nos preguntamos por qué la relación con esa persona es como es, por qué nuestros hijos se comportan con nosotros de tal modo u otro. Y así hasta un infinito de preguntas que nos planteamos cuando nuestra realidad no es como la que desearíamos tener.

¿Qué el otro hace y/o dice tal cosa u otra? Perfecto. Pero yo te pregunto. ¿Qué has hecho, dicho o pensado sobre esa persona y la situación previa en la que os encontrabais? Ahí está la clave. Recuerda todo lo que hemos ido viendo en nuestros artículos, nuestros pensamientos, nuestras creencias y nuestras acciones son los que van a condicionar las experiencias que tengamos en nuestro día a día.

 

-Sara Estébanez-