– No valgo para nada. Soy un inútil.
– ¿Estás seguro? Yo no lo tengo nada claro. El otro día estuvimos hablando de la importancia de que te fijes en lo que haces bien, en las pequeñas cosas que, sin darte cuenta, haces correctamente, pero no aprecias. El simple hecho de que te hayan admitido en este grupo de trabajo dice mucho. Si no valieses para nada, no estarías aquí. Algunas aptitudes tendrás para que te hayan considerado apto y que crean que tú puedes aportar algo a este grupo.
– Tú lo ves muy fácil. Desde afuera todo se ve de otro modo. No paro de equivocarme. Nada me sale bien. Por más que pruebo cosas, no encuentro la solución a este problema.
– Deja de tener pensamientos negativos sobre ti mismo. Vuelvo a decirte, tú vales mucho. Es maravilloso que pruebes cosas nuevas. Eso, tarde o temprano, te llevará a encontrar la solución al problema. Cuando nos encontramos en un laberinto, si siempre vamos por el mismo camino, nunca conseguiremos encontrar la salida. Pues esto es lo mismo. Cuantas más cosas pruebes, más fácil te será encontrar la solución.
– Pero esto está paralizando el trabajo de todo el equipo.
– ¿De verdad? No es así. Con todos tus “errores” les estás dando pistas de por dónde no tienen que ir para encontrar el camino para desarrollar este proyecto. Considera tus errores como oportunidades para aprender. Al ver que aquello que estás haciendo no te lleva a conseguir dar un paso hacia vuestra meta piensa que ya sabes por dónde no tienes que ir. No desistas. Prueba otro camino, y otro, y otro. Así hasta el infinito. No desistas. Sigue probando. En algún momento llegarás a tu meta. A tu meta y a la de tu equipo.
– Es que ya no sé por dónde ir. No se me ocurren cosas nuevas que hacer.
– El origen de todo está en tu pensamientos de “No valgo para nada”. Fíjate, a dónde te lleva. Para empezar tu vibración baja. Te encuentras sin ganas de nada. Vienes al trabajo con desánimo. Nada genera en ti ningún tipio de interés. Esto te lleva a unas consecuencias aunque no seas consciente de ello. Tus pensamientos, tus emociones y tus actitudes son la causa de muchas cosas que estás experimentando. Como piensas que no puedes conseguirlo, no lo consigues. Lo que piensas es lo que creas. Tu realidad es un reflejo de tus pensamientos y tus creencias. Después está el exterior. Como tú no te valoras ni a ti, ni a tu trabajo, los demás tampoco lo hacen.
– Efectivamente, mis compañeros están todo el rato riéndose de mí y jactándose de mis errores.
– ¿Quieres saber por qué? Porque tú mismo te criticas por tus errores. Porque no valoras cada cosa que haces. Y claro, el exterior, los demás, son un reflejo de nosotros mismos, de lo que pensamos y de lo que nos decimos. ¿Cómo lo hacen tus compañeros? Cachondeándose de lo que haces. Pero porque tú no lo valoras. Como tú no lo valoras, ellos tampoco lo hacen.
– No lo entiendo. ¿Cómo puede ser que ellos sean mi reflejo? No lo entiendo.
– No hace falta que lo entiendas. Vamos a hacer otra cosa. Experiméntalo por ti mismo.
– ¿Cómo?
– Empieza a valorar cada paso que das. Felicítate por cada logro que hagas, por mínimo que sea. Nadie es perfecto, ni tú, ni yo. Pero todos hemos conseguido miles de cosas, por ejemplo conseguir hablar entre nosotros. Son miles y miles los logros que realizamos a lo largo de nuestra vida. Empieza a valorarlos. Primero en tu vida real y luego en el proyecto que estáis llevando a cabo. Seguro que ha habido muchas cosas que has aportado, pero que no has tenido en cuenta. Tú las consideras como nimiedades, pero no lo son. Haz una lista de ellas. Céntrate en ellas. Y después me cuentas.
Y así hizo. En cuanto llegó a casa Luis se sentó frente a un papel y un lápiz y se puso a pensar en todos esos “mini logros” que había alcanzado. Y cuál fue su sorpresa cuando se dio cuenta de la infinidad de granitos de arroz que había aportado a todo el equipo.
Pero la sorpresa no acabó ahí. Al día siguiente, al volver al trabajo, sus propios compañeros empezaron a agradecerle cosas de las que antes él no era consciente. Claro, antes. Pero ayer tomó conciencia de ellos. Los escribió en un papel y “casualmente” las personas de su alrededor empezaron a valorar aquellos logros y aportaciones que había hecho.
-Sara Estébanez-
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