¿Has sentido alguna vez que tú no eras capaz de hacer algo?
¿No confías en ti ni en tus propias cualidades?
¿No te atreves a hacer algo nuevo por si sale mal?
¿Siempre estás pensando que lo que estás haciendo va a salir mal?
¿Te comparas permanentemente con los demás?
¿Te sientes inferior a ellos?
Si en algún momento te has sentido así, Larch hubiera sido una buena compañera.
Un día estaba yo ahí pensativa que el ordenador. Me sentía incapaz de nada. “No valgo para nada.” Pensaba patas mira adentros. Tenía que hacer mil cosas, pero me sentía incapaz de hacerlas. No estaba capacitada para ellas. Cerré mis ojos desesperada. No sabía que hacer.
De repente, al abrirlos, me había transportado. ¿Dónde estoy? Pensé.
-Estás conmigo me dijo un gran árbol que había frente a mí.
-¿Y tú quién eres? ¿Cómo he llegado aquí? – Mis preguntas eran miles.
–Yo soy un alerce, un árbol. Larch para los amigos.
-Ya. Y yo soy Sara, una humana. – Respondí con ironía. – ¿Dónde estoy? ¿Qué pinto aquí?
-¿Tú no vales para nada? ¿De verdad?
Me quedé sin habla. ¿Había escuchado mis piernas? No entendía nada.
-Si. Escucho tus pensamientos.
Cada vez alucinaba más.
-Y no te dicen nada positivo de ti cuando no es verdad. – Continuó. – ¿De verdad no vales nada? ¿Quién ha escrito ese informe de más de 50 páginas que tienes entre tus manos?
Miré lo que estaban sujetando.
-Yo. – Respondí sin dar ningún valor a aquello que había escrito.
-¿Y tú crees que todo el mundo tiene las cualidades necesarias para elaborar todos esos diagramas, esas gráficas y llegar a esas conclusiones son tener los conocimientos que tienes? ¿De verdad no sabes nada? No me convences. Pocas personas pueden hacer algo como eso.
Pero mis adentros, sabía que era cierto lo que estaba diciendo. Y ese árbol, no sé cómo, también lo sabía.
-No me vas a volver. ¿De verdad que no vales para nada? Borra eso de tu mente. Tú vales mucho. Más de lo que te imaginas. Y si no, rebobina tu pasado. ¿Cuántas zapatillas has tenido que superar para ser quien eres? Vales muuuucho. Y vuelvo a decir, tú lo sabes. ¿Quién aprobó lengua a pesar de la manía que le tenía la profesora? ¿Quién sacó esta plaza sin si quiera abrir un libro? ¿Quién? ¿Quieres que siga con todos tus logros?
¿Cómo podía saber todo mi pasado? Sabía cosas que jamás había contado a nadie.
-Confía en ti y no dejes que nadie te haga dudar de tu propia valía. Vales mucho. Y si alguien te dice lo contrario es porque está proyectando en ti sus propias deficiencias.
Acto seguido cogió y arranco de sus propias ramas unas cuantas flores.
-Toma. Aquí tienes los flores. Ellas siempre te recordarán todo lo que vales y te ayudarán a enfrentarte a situación que creas que son difíciles de afrontar y que no puedes soportar.
Las cogí y le di las gracias. Y nada más cogerlas, sin saber cómo, aparecí otra vez en mi despacho.
¿Qué había pasado? ¿Había sido real o ficción?
La cosa es que yo tenía el ramo de flores en la mano. La puse en un vasito con agua. Y nada más hacerlo escuché “Recuerda siempre que vales mucho“. Y si dudas en algo sobre ti, míralas. Ellas te darán la fuerza que mereces.
“Gracias“. Le dije mentalmente a Larch. Sabía que me estaba escuchando.
-Sara Estébanez-
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