¿Has visto alguna vez una campana sonando? Su badajo va de un lado a otro. Cuando llega a uno de los extremos golpea el cuerpo de la campana. A continuación, va hacia el lado contrario. Eso sí, en la misma medida de la distancia que había recorrido anteriormente.
En el ámbito de las campanas esto lo ves muy claro porque el cuerpo de la misma le hace de límite y le impide ir más allá. Pero si te pongo el caso de nuestro día a día a lo mejor no lo ves tan claro. Sin embargo, es exactamente lo mismo en ambos casos. ¿Cómo es esto?
Imagínate una cuerda yendo de un lado a otro. Como en el caso del badajo de la campana. Pero esta vez sin nada que limite o bloqueé su recorrido. La cuerda se va balanceando. Oscilando de izquierda a derecha sin cesar hasta que queda sin fuerza y poco a poco va disminuyendo su recorrido. Eso sí, recorriendo siempre la misma distancia a cada lado. Como dice “El kybalion”, “la medida del movimiento hacia la derecha es la misma que el de la oscilación a la izquierda”.
Si lo midiésemos con una regla lo veríamos claramente. Si la cuerda por un lado avanza hasta el siete, después irá hacia lo mismo, siete.
Hasta aquí todo correcto. ¿Verdad? Todos sabemos que el vaivén de un balancín es simétrico hacia ambos lados. Pero ahora viene lo divertido. En nuestra realidad, en nuestro día a día este efecto oscilatorio está permanentemente actuando. Ejemplos hay miles. Cuando respiramos, inspiramos y espiramos la misma cantidad de aire. Cuando andamos o corremos, si queremos volver al punto de partida, tendremos que andar o correr la misma distancia. Los latidos de nuestro corazón tienen la misma dilatación que contracción. Y así, hasta el infinito.
Todo tiene su propio ritmo. Tanto va hacia un lado, va hacia su opuesto. Como decíamos antes, cuando respiramos tomamos la misma cantidad de aire que exhalamos. Eso sí, cada uno tiene si propio ritmo.
Pero aún hay más.
Los Maestros Herméticos van más allá. Afirman que el principio de ritmo se da en todos los planos. No sólo se da en el plano físico. También se da en los niveles mental y emocional. ¿Cómo es esto? Veámoslo con un ejemplo, que es más sencillo. Pongamos de dos emociones opuestas. Por ejemplo, tristeza y alegría.
Supongamos que tenemos un “termómetro emocional” en el que +10 es el estado máximo de alegría y -10 es el punto de máxima tristeza. Ninguno de los dos puede llegar más allá. Si en un momento determinado estamos en un momento de euforia donde nuestra alegría llega a 8, por ejemplo, deberemos ser conscientes de que después iremos a un estado de tristeza igual que el anterior; es decir, tristeza 8.
Claro, que este movimiento oscilatorio de un polo hacia el otro no podemos controlarlo. Es algo natural que se da en todo el Universo. ¿Conclusión? Cuanto más me vaya a un polo (alegría), más me iré hacia su opuesto (tristeza).
Estudiando este principio, los Maestros Herméticos se percataron de algo más: Tenemos dos planos de conciencia, el superior y el inferior. ¿Cómo es esto?
Todos tenemos a nivel mental dos planos: el consciente y el inconsciente. Como su propio nombre indica, el inconsciente es inconsciente. No podemos controlarlo. Es como lo del perro de Paulov. Si le enseñas al perro algo de comer que le guste, de repente empieza a salivar. ¿Verdad? Pues lo mismo pasa con nuestros pensamientos inconscientes. No los podemos controlar. Pero los pensamientos que sí podemos controlar, son los pensamientos conscientes. Y como la oscilación del péndulo se da en el plano inconsciente, cuando estemos en el plano consciente, nos veremos liberados de dicha oscilación.
Es decir, la clave está en lo que pensamos. Volvemos al principio de mentalismo y a lo que decíamos que debíamos generar pensamientos positivos y agradables para nosotros. Y que cuando nos viniesen ideas negativas a la mente, cancelarlas y poner su opuesto en su lugar.
Sin embargo, muchas veces no nos damos cuenta de ese bucle de ideas totalmente nocivas en las que navega nuestra mente. En estos casos, otra herramienta que podemos usar es la siguiente: controlar: el punto hasta que llega en un lado. Es decir, en vez de llegar hasta 8, por ejemplo hacerlo hasta 6. Así cuando vaya al lado opuesto, también lo hará hasta el 6.
¿Cómo hacerlo? Controlando nuestra reacción. Ya sea cuando estemos sumidos en una profunda tristeza o en una euforia incontrolada.
Por último, decir que este ejemplo que acabamos de poner de tristeza y alegría ha sido sólo un ejemplo. Éste lo podríamos extrapolar a cualquier conjunto de opuestos emocionales o mentales: optimismo – pesimismo, miedo – seguridad, amor – odio…
-Sara Estébanez-
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