Nuestro alma está ahí, en nuestro interior, esperando a que la escuchemos, pero nuestro bullicio tapa su voz. La envuelve y no nos deja escucharla. A veces, en pequeños momentos de quietud conectamos con ella aunque sea de forma inconsciente. Tenemos intuiciones, percibimos sensaciones que no sabemos describir, pero ahí están dándonos información. Y esto nos lleva a cuestionar su veracidad. Unas veces le hacemos caso y otras no. “Menuda tontería se me ha venido a la cabeza.”, pensamos

¿Te ha pasado alguna vez? ¿Has notado esta sensación en algún momento?

¿Un no vallas por allí, ve por este otro lado? ¿Un no comas esto, elige esto otro? Y qué curioso, después te das cuenta de que lo que ibas a comer, tu compañero de mesa lo ha cogido y está malo, y un “uf menos mal pasa por tu mente”.

¿Y si acallásemos ese runrún permanente o, por lo menos, le bajásemos el volumen? ¿Qué pasaría?

¿Y si escuchásemos a nuestro alma y le hiciésemos caso?

Nuestra vida está condicionada por nuestras decisiones y nuestras acciones. Sean éstas certeras o no.

¿Cuáles son las ciertas? No lo sé. Pero nuestro verdadero ser interior es quien mejor sabe qué es lo que más nos conviene. Unas veces lo consideramos como un triunfo y otras como un error. Pero sea una cosa u otra, ambas son un aprendizaje.

Aprendamos de nuestra realidad y no veamos la vida como triunfo o fracaso. Nuestra voz interior sabe qué es lo mejor para nosotros.

-Sara Estébanez-