¿Te has parado alguna vez a pensar dónde está el origen de los conflictos?
Lo hemos ido viendo en muchos de nuestros artículos, vivimos en un mundo de polaridades donde todo es bueno – malo, blanco – negro… Pero no siempre vemos los dos polos. Nos obcecamos en uno de ellos. Damos nuestro punto de vista como el cierto e ignoramos y damos como falso el del contrario. Pero no siempre tenemos razón.
Cada uno tenemos nuestros motivos, nuestras causas, nuestros porqués. Ni los tuyos ni los del otro son correctos o falsos. Simplemente, son diferentes. Pero, como son diferentes, no tenemos la certeza de las cosas al 100%.
¿Te has puesto alguna vez en el lugar de la otra persona? ¿Has pensado qué vivencias y qué circunstancias le han llevado a la situación en la que se encuentra ahora, a actuar como lo ha hecho y a reaccionar de ese modo? A lo mejor eso te da pistas de qué cuál es la óptica desde la que esa persona ve la realidad.
Si conoces su pasado la cosa te puede resultar medianamente sencilla. Si llevas mucho tiempo con ella, vuestra relación es buena y las cosas van bien entre vosotros, más fácil aún. Pero esto no siempre es así. ¿Verdad? Puede darse el día en el que pases por alto las experiencias pasadas del otro y que sólo te centres en tu propia realidad, en tu propio polo e ignores el del otro. Y claro, ahí el conflicto está servido. Y no te quiero ni contar si esta misma situación se da con alguien con quien no tenemos el placer de conocer. Nos es imposible ver las cosas desde su perspectiva.
¿Se puede evitar “llegar a las manos” y que haya una discusión? La respuesta es SÍ.
La clave está en empatizar con el otro, de ver el mundo a través de sus ojos.
¿Cómo hacer esto? Poniéndote en el otro lado, viendo las cosas desde las experiencias y las vivencias del otro. Tratando de sentir como ella, pensar como ella. Hablando y actuando como si fueras esa persona. Preguntándole por sus necesidades. Dejándole expresarse. Y escucharle sin interrupciones y sin poner tus palabras y pensamientos en su boca.
En definitiva yéndote al otro polo, transformándote y siendo como la otra persona.
Adoptando esta postura puedes pensar que pierdes. ¿Te acuerdas de lo que decíamos de las polaridades al principio? Piensas que tu punto de vista es el correcto, y al ponerte en el del otro, tu forma de pensar pierde valor. Pero todo lo contrario. Ser capaz de ver las cosas desde las dos caras de la moneda te beneficia. Puedes ver los pros y los contras de cada lado. Esto te permite usar un lado u otro en función de las circunstancias en las que te encuentres y en tus necesidades.
En definitiva, ser empático con los demás promueve tu propio crecimiento como persona. Además, te ayuda a elevar la autoestima y a establecer relaciones más sólidas con los demás. Con lo que la próxima vez que te encuentres en un momento de calentamiento y disputa, te invito a que te pares por un instante y te preguntes a ti mismo qué es lo que realmente deseas, ¿tener razón o crecer como persona?
Tú decides.
-Sara Estébanez-