¿Conoces “El mito de la caverna” de Platón? Aquí te lo dejo.
Había una oscura caverna en la que se encontraba un grupo de seres humanos en cautiverio, prisioneros desde el día de su nacimiento. Todos ellos estaban atados con cadenas y grilletes que les sujetaban el cuello, las manos y las piernas. Estaban sentados sobre el suelo, apoyando sus espaldas contra un muro que se erigía detrás de ellos. No podían moverse. Ni siquiera girar la cabeza. Tan solo veían la pared que había delante suyo.
Detrás del muro sobre el que estaban apoyados había un pasillo con una hoguera encendida. Y un poco más lejos, la entrada de la cueva que daba al exterior. En aquel pasillo había una serie de objetos que sobresalían por encima del muro. Y debido a la iluminación generada por el fuego, las sombras de dichos objetos se proyectaban en la pared que los prisioneros sí podían ver.
Después de toda una vida viendo cada día la misma pared, los esclavos consideraban como verdad las sombras proyectadas de los objetos. Ignoraban por completo lo que acontecía a sus espaldas detrás del muro. Tampoco sabían de la existencia de la hoguera. Estaban convencidos de que las sombras eran la única realidad verdadera.
Un buen día, uno de los prisioneros – el más inquieto y curioso de todos ellos – se dio cuenta de que podía liberarse de sus cadenas. Ninguno de ellos lo había intentado nunca. Al levantarse del suelo, el resto de compañeros le increpó con severidad, exigiéndole que volviera a sentarse y quedarse quito. Sin embargo, hizo caso omiso y empezó a buscar para saber qué más había dentro de la cueva.
Al encontrar el pasillo que había detrás del muro, descubrió una nueva realidad mucho más profunda y completa que la que había conocido nunca. Al ver directamente los objetos y la hoguera se quedó perplejo. Al principio no entendía nada. Pero poco a poco se dio cuenta de que lo que había estado viendo durante toda su vida no era real, sino una distorsión de la verdadera realidad.
Aquella toma de consciencia le hizo comprehender que su existencia había sido una farsa, un engaño, una ilusión, una ficción. Tras aquel shock inicial, siguió caminando por el pasillo hasta que se encontró con una escarpada senda que conducía hasta la salida de la caverna. Y nada más poner un pie fuera, sus ojos entraron en contacto por primera vez con la luz del día.
Al principio, aquella luz le causó una dolorosa sensación. Al haber estado toda su vida viviendo en la oscuridad, la luz del son le quemó y le cegó la vista. Sin embargo, con el paso de las horas se acostumbró a la luz solar, de tal forma que ésta acabó iluminándolo. Al ver con sus propios ojos el vasto mundo que acontecía fuera, se dio cuenta de que había pasado toda su vida siendo un esclavo confinado dentro de una caverna. Y justo en el instante en el que comprehendió aquella incómoda verdad, se convirtió – por fin – en un ser humano libre.
Movido por muy buenas intenciones, regresó a la caverna para liberar a sus compañeros de cautiverio. Y nada más verlos les contó la verdad: les dijo que eso que habían estado viendo en la pared en realidad eran sombras proyectadas por unos objetos que estaban detrás del muro iluminado por una hoguera. A su vez, les aseguró que habían estado engañados durante toda su vida pues más allá de la oscuridad de la caverna se encontraba una realidad exterior llena de luz y de colores.
Nada más concluir su apasionada revelación, el resto de prisioneros empezó a ridiculizar y a reírse de aquel ser humano libre. Ajeno a sus burlas, les insistió que él estaba en lo cierto y que todos ellos estaban equivocados. Y que por favor le acompañaran al otro lado del muro para que pudieran comprobarlo por sí mismos, pudieran así dejar de ser esclavos.
Harto de aquellas insinuaciones, uno de los prisioneros consiguió liberarse de sus cadenas, agarró una roca que había en el suelo y se la tiro a la cabeza, asesinando a aquel ser humano libre. El resto de rehenes celebró su muerte entre gritos y aplausos. Y continuaron encadenados a sus grilletes, esclavos de las sombras proyectadas sobre aquella pared durante el resto de sus vidas.
Yo lo leí hace tiempo, pero no me acordaba de él. Y al releerlo se me vienen muchas preguntas, muchas dudas que me gustaría compartir contigo.
¿Y si el mundo no es como nos han dicho que es y realmente nuestros pensamientos fuesen los creadores de nuestra realidad?
¿Y si la persona que tenemos enfrente de nosotros no fuese sólo una persona, sino que también estuviese haciendo la función de espejo de lo que hay dentro de nosotros?
¿Y si lo que hacemos al otro nos viene de vuelta de una manera u otra en otro momento?
¿Y si nuestras creencias fuesen en verdad las que nos impiden o nos ayudan a lograr nuestras metas y no sólo el mero hecho de ponernos físicamente a trabajar en ellas o no?
¿Y si nuestra realidad fuese el resultado de todos los comportamientos, acciones y pensamientos que hemos tenido previamente?
¿Y si con todos ellos podemos tener la vida que deseamos?
Todo esto es lo que enseñan los Principios Herméticos. ¿Cómo sería nuestra realidad si alguien nos hubiera enseñado todo esto? ¿Qué haríamos o dejaríamos de hacer?
-Sara Estébanez-
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