– ¡¡Holaaaa!! Menuda semana llevo. No te vas a creer todo lo que me ha pasado.

– ¿El qué? Ya me tienes intrigada.

– El otro día, yendo de paseo me dio un mareo, me caí y perdí la conciencia.

– ¿Cómo? ¿Estás bien?

– ¡Sí! Tranquila.

– Pero fíjate cómo son las cosas. Me caí y dos personas me vieron. Dos personas maravillosas porque fíjate. No sólo es que me viesen. Me vieron caerme y cogieron mi móvil y llamaron al contacto que tengo como contacto de urgencia. Además, ellas con su propio teléfono llamaron a la Guardia Civil para pedir ayuda.

– ¿Y tuvo que ir el sámur y todo?

– No, al final no tuvieron que venir. Mi pareja le dijo que no pasaba nada y que ella iba a recogerme. Y ahí que fue. Me recogió y en menos de cinco minutos estaba en casa.

– Hombre, normal, yo haría lo mismo si viese a alguien caerse al suelo en la calle.

– Tú seguro que sí. Pero más de una persona coge, te quita todo lo que tienes, hace compras a través de él y ya está. Mis rescatadoras, aparte de llamar a mi pareja, me dejaron con todo lo que estaba. No me robaron el móvil, ni hicieron llamadas con él, ni nada por el estilo.

– Pues sí, ahí tienes razón.

– Es más. Fíjate hasta dónde llega la cosa. En ese desmayo perdí las gafas. No las encontraba. Y dos semanas después, el dueño de una tienda del barrio puso en un grupo del barrio que alguien le había llevado unas gafas graduadas que se habían encontrado tiradas en la calle. ¿Qué gafas? Las mías.

– ¡Qué bien! ¿Fuiste a la tienda y te las dieron?

– Aún mejor. El tendero me las llevó a casa. Tenía que hacer una entrega a una vecina de al lado y aprovechó para llevármelas.

– ¡Alucinante! ¡Eso sólo te pasa a ti! Eres una persona con suerte.

– La suerte nos la creamos nosotros mismos.

– Eso es absurdo.

– Nuestra realidad la creamos nosotros con nuestros comportamientos. Si yo te trato mal, tú no me hablas, o me mandas a freír puñetas o me denuncias y ya está. Pero si te hablo bien, tú sigues aquí hablando conmigo, me escuchas y me respetas. ¿No es verdad?

– Sí, pero claro, según me cuentas, tú no conocías a esas personas. Con lo que ellas no pueden elegir si quieren estar contigo o no. Se encontraron una persona desconocida tirada en la calle. No sabían quién era ni qué hacía.

– Claro, pero uno recibe lo que da. Si yo trato bien a la gente, la gente me tratará bien a mí. Eso, como tú muy bien dices, cuando pasa entre personas conocidas y en sentido de correspondencia, lo entendemos claramente. Pero esto no es sólo así. Esa “respuesta” a lo que hacemos no tiene por qué hacerla la misma persona sobre la que actuamos al principio. Por ejemplo, pongamos que yo te doy una bofetada y me voy. Me cambio de barrio y ya no te veo nunca más con lo que tú no me puedes devolver esa bofetada que te he dado. Pero tranquila, esa “bofetada” que te he dado alguien, no sé quién, me la dará, no sé cuándo. Por eso muchas veces en la vida nos encontramos con “bofetadas” de todo tipo, faltas de respeto, robos, atracos… Esas “bofetadas” nos están devolviendo lo que en algún momento hicimos anteriormente.

– ¿Entonces me estás diciendo que el que te rescatasen y te llevasen las gafas fue consecuencia de algo que habías hecho tú previamente?

– ¡Justo! No lo podías haber dicho mejor. ¿Cuántas veces me has visto faltando el respeto a alguien? ¿Gritándole? ¿Metiéndome en su vida?

– Pues nunca, la verdad.

– Pues eso mismo hicieron esas dos personas que me rescataron. Me respetaron y me ayudaron cuando más lo necesité. Me la devolvieron.

– El problema es que ese “respetar al otro” no nos lo han enseñad del todo en el colegio. Ni en el colegio, ni en la familia.

– Sí, no te lo niego. Pero no tenemos que hacer no mismo que nos han enseñado. Podemos cambiar de actitud por nosotros mismos. Si queremos ser felices, si queremos que la gente nos respete o que nos ayude nosotros deberemos de hacerlo con los demás. Deberemos de respetar sus normas. Deberemos estar allí para cuando necesiten nuestra ayuda. Y no sólo estar ahí, llevar a cabo ese respeto y ofrecerles la mano cuando lo necesiten.

-Sara Estébanez-

 

Desde CYB hemos creado un grupo de WhatsApp gratuito para todos nuestros seguidores. En él, un día a la semana ponemos un ejercicio relacionado con los contenidos que vemos en nuestros artículos.

 

Y, además, ahora estamos enviando una canción diaria para ayudar a subir la vibración de nuestros participantes.

 

Si quieres saber más sobre él pincha aquí.

 

Si quieres darte de alta en él sólo tienes que pinchar aquí.

 

Te esperamos.