Un día en clase, hice una pregunta a la que todos contestaron rápidamente. Era sencilla. ¿Qué te gustaría ser de mayor? ¿Cuáles son tus sueños? Todos contestaron rápidamente. Unos decía médico, abogado, profesor. Otros tenista y ganar trofeos. Las respuestas fueron infinitas.

Pero cuando les planteé la siguiente cuestión, la cosa no fue tan sencilla. ¿Qué estás haciendo para lograrlo? Ahí la mayoría de ellos se quedaron cayados. No decían nada. Titubeaban. Y los pocos que se atrevieron a hablar, dijeron cosas como “yo no puedo lograrlo”, “no me lo merezco”, “es imposible conseguirlo” y cosas por el estilo. Todas ellas las podíamos englobar en un me gusta, pero yo no hago.

Vivían en la añoranza. Estaban ahí quietos mirando a sus sueños. Viéndolos como algo inalcanzable. Y dejando que las oportunidades pasaran de largo. Esto es algo que he visto muchas veces. Todos tenemos muchos sueños, pero después no hacemos nada para alcanzarlos. No me callé. Se lo dije claramente. “¿Así cómo podéis lograr vuestras metas? Es maravilloso pensar en ellas. Por lo menos sabéis a dónde queréis ir. Pero estando ahí sentados, difícilmente obtendréis aquello que tanto anheláis. No llegarán ahí por arte de magia.

Todos lo entendían. Comprendían que estando ahí cual estatuas su vida iba a ser la igual de siempre. ¿Entonces por qué no lo hacían?

Una de las primeras causas era que no se sentían con las cualidades necesarias para llegar a lograr sus metas. Y no era cierto. De hecho, les invité a hacer un ejercicio, que ahora también te invito a ti que hagas. Responde a esta pregunta: ¿Qué cosas has alcanzado?

No me digas que ninguna, porque no es cierto. Hay miles de cosas que has conseguido. Desde aprender a leer, hasta saber cómo ir de un sitio a otro. Tus respuestas deberían ser infinitas. Ahora mira tu lista. ¿Cómo te sientes viendo todo eso que has logrado y de lo que no eras consciente?

Al ver todas esas cosas por mínimas que sean, tu vibración sube. Tus ganas de empezar a dar pequeños pasitos que te ayuden a alcanzar aquello que te habías propuesto seguro que aumentan.

Una de las claves para lograr lo que uno se propone es confiar en sí mismo. Pensar que puede. Dos por dos no son siete, pero si no intento descubrir la respuesta y no pruebo con otros números, no conseguiré descubrir que la solución es cuatro.

Un error, no es algo que deba limitarnos, todo lo contrario. Un error nos está invitando a que probemos por otro lado. Nos está diciendo que por ahí no se llega a la solución. Y qué mejor regalo que darse cuenta. Nos estamos ahorrando tiempo y energía. Ahora toca probar por otro sitio. Mi respuesta correcta no es siete. Ya lo sé. Y eso me va a ayudar a mil cosas. No voy a dar dinero de más al camarero. Y así miles de ventajas el descubrir que dos por dos no son siete. Tendré que investigar, probar, analizar e ir probando hasta descubrir que la respuesta es cuatro.

Y lo mismo pasa con nuestros sueños. El quedarnos ahí parados y quietos porque un día no lo conseguimos no nos lleva a nada. Einstein, Lumiere y miles de descubridores no dieron con la solución a la primera. Carl Lewis no fue el atleta más rápido del mundo en cuanto se puso las zapatillas. Estuvieron ahí, luchando por sus sueños. Estudiando, entrenando, probando y haciendo miles de cosas, unas acertadas y otras no, que les llevaron a donde ellos querían. No estuvieron ahí quitos. Fueron dando pasito a pasito hacia sus objetivos aunque hubiese momentos en los que se tropezasen con alguna piedra.

Atrévete, lucha y ve a por tus sueños.

– Sara Estébanez –

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