Es evidente que cada uno somos de nuestro padre y de nuestra madre. Pero lo que muchas veces no tenemos en cuenta es que nuestras vivencias no siempre han sido las mismas. Todos hemos aprendido a través de una serie de experiencias, bajo unas normas que debíamos respetar y con unos padres, adultos o responsables con los que convivíamos y con los que compartíamos más o menos nuestro día a día. Incluso, hasta teníamos más gente con la que convivir: hermanos, primos, abuelos… Todo ello nos ha influido a la hora de crear y modelar la persona que hoy somos. Hasta ahí todo perfecto.
El problema surge cuando cada uno de nosotros interactuamos y nos relacionamos con otras personas. Tu mochila de aprendizaje no es la misma que la mía, ni que la de tu jefe o la de tu pareja. Nuestro bagaje en la vida nos ha ido moldeando cual figura de arcilla. Somos un reflejo de todo lo que aprendimos en nuestro pasado. Y eso en sí mismo no es bueno ni es malo. Simplemente es.
Por eso, cuando alguien te habla de una forma que a ti te disgusta, no está haciéndolo para molestarte. Simplemente, está respondiendo a patrones y comportamientos que aprendió en su pasado, lleva grabados en su interior y los cuales repite de forma inconsciente. No le malinterpretes y no te permitas el lujo de enojarte con esa persona. No te llevará a nada.
Hay una frase hecha en inglés que lo explica perfectamente: “Walk on his shoes.” Que literalmente se puede traducir como “Caminar en sus zapatos”. Pero su verdadero significado quiere decirnos mucho más. Trata de enseñarnos que si hubiésemos tenido las vivencias de la otra persona, si “hubiésemos caminado en sus zapatos”, entenderíamos su forma de responder, hablar y comportarse. Y eso es lo que hoy me gustaría compartir contigo. Nuestras experiencias pasadas están condicionando nuestro presente.
Con todo esto no quiero decir que no hagas nada. Todo lo contrario. Sin embargo, ahora ya sabes que la persona que está frente a ti está repitiendo unos patrones que aprendió en su más tierna infancia y que si no ha hecho un trabajo específico para liberarse de dichos patrones, difícilmente los cambiará. Pero claro, el que haga dicho trabajo o no, ya no depende de ti, sino de sí mismo/a.
Pero lo que sí depende de ti es lo que tú hagas al respecto cuando recibas esa contestación malsonante para tus oídos. Tienes varias opciones:
- Puedes enfadarte, incluso llegar a discutir con esa persona.
- Puedes optar por transmitirle tu malestar.
- Puedes ver la situación desde sus vivencias pasadas tratando. De “verlo desde sus zapatos”.
Todo depende de ti. No es lo que pasa, es lo que haces con lo que pasa. Por lo que elige la opción con la que más a gusto te encuentres.
La primera opción, “enfadarte” te lleva a una discusión casi garantizada y a sentir malestar con esa persona.
La segunda, “transmitir tu malestar”, se puede hacer desde dos puntos de vista. Lo puedes hacer desde la víctima recriminándole con frases como “porque tú dices…”, “porque tú haces…”, “eres un…”. O puedes optar por hacerlo desde ti mismo/a. Desde tu sentir. Por ejemplo diciendo cosas como, “cuando dices… me siento…” o “cuando haces… siento que… y no me gusta sentirme así”.
Y la tercera posibilidad, es que, como comentábamos anteriormente, “viendo la situación desde sus vivencias pasadas” y tratases de comprender el porqué de su forma de actuar y hablar.
Aquí hemos visto cuatro formas de actuar cuando la respuesta de alguien nos desagrada.
Las dos primeras nos llevan al conflicto, a la pelea.
Por el contrario, las dos últimas nos llevan a la unión, a hablar desde nosotros mismos y ser los protagonistas de nuestras vidas. Y por último al perdón desde el comprensión y la compasión.
Tú decides cuál de estas opciones te gusta más en acción y resultado.
Adelante.
-Sara Estébanez-
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