– ¡¡Jolines!! Cada vez que voy a ver a mi abuela salgo con un malestar de cuerpo impresionante. Se me pone un dolor en el estómago, unos ardores, que hasta hay veces que me entran ganas de vomitar. No para de hablarme de enfermedades. Que si mi primo tiene una cosa, mi madre otra, mi tío, mi hermana… Y así todo el rato. Sólo sabe hablarme de enfermedades y tragedias. Y eso me hace sentirme fatal. Cada vez peor.

– Y cuando vuelvo a mi casa, ya no te quiero ni contar. Mi mente está todo el rato pensando en lo hemos estado hablando, en los malestares de la gente, en sus desgracias… Como si fuese un disco rayado. – Continuó ignorando su comentario. – Ahí las ganas de vomitar hacen presencia sí o sí. Tanto, que hay veces que hasta llego a vomitar. Vomito, tengo diarrea… Estoy cansada.

– Es normal. Al pensar en todo ese tipo de desavenencias, tu cuerpo se siente mal. Es totalmente normal.

– No entiendo. ¿Cómo que normal?

– Sí. Nuestros pensamientos influyen en cómo nos encontramos, tanto físicamente, como emocionalmente. Éstos hacen que nuestra vibración suba o baje. Según sean, así harán.

– Ahora ya sí que me dejas perdida. – Le cortó rápidamente. No entendía nada de lo que le estaba diciendo. – ¿Cómo que nuestros pensamientos influyen en cómo nos encontramos? El que influyan en nuestras emociones lo entiendo. Pero, ¿físicamente? Ahí ya sí que me dejas descolocada.

– Imagina que te ha tocado la lotería. ¿Cómo te sientes?

– ¡Genial! ¿Cómo me voy a encontrar?

– ¿Cómo percibes tu cuerpo?

– No sé. Normal. Me siento con ganas de hacer cosas.

– ¿Sí? Pues vayámonos ahora a lo contrario. Piensa que estás en la bancarrota, que no tienes dinero ni para comprar comida. ¿Te sientes igual que con la idea de que te había tocado la lotería? Percíbelo en tu cuerpo.

– ¡Pues no! ¿Cómo me voy a encontrar igual?

– ¿Has visto? Según pensabas una cosa u otra, tu cuerpo respondía de un modo u otro. Nuestro cuerpo se ve afectado por todo lo que pensamos. Tanto, que a veces hace que podamos enfermar.

– ¡No puede ser! – Le cortó rápidamente.

– ¿No puede ser? Si con lo que tú me estás diciendo ya me lo estás demostrando. Cuando hablas con tu abuela de enfermedades y catástrofes te sientes fatal. Tanto, que a veces vomitas. Antes de ir a verla te encuentras bien, pero después tu cuerpo dice otra cosa.

– ¡¡Ya!! ¿Y por qué sucede eso?

– Imagínate que eres la yema de un huevo. Tu cuerpo es la yema del huevo y tus pensamientos la cáscara. Cuanto más fuerte sea tu cáscara, más protegida estará y más difícil será que se rompa. ¿Verdad?

– Mmm… Sí. Supongo que sí.

– La fortaleza de nuestra cáscara va a depender de nuestros pensamientos y de las emociones que éstos generen. Si los pensamientos son positivos, centrados en cosas que te agradan, tu vibración será alta y tu cáscara será súper dura. Lo que hará que tu cuerpo esté protegido, se sienta fuerte y con energía. Sin embargo, cuando piensas en cosas que te desagradan tu vibración baja, tu cáscara se hace cada vez más débil y las posibilidades de que enfermes son muy altas. En definitiva, TUS PENSAMIENTOS Y TUS EMOCIONES SON LOS QUE HACEN QUE FÍSICAMENTE TE ENCUENTRES DE UN MODO U OTRO.

-Sara Estébanez-