Un cuento de Ramiro Calle dice así:

“Un abuelo y su nieto se encaminaron un día a una aldea vecina para visitar a unos familiares, por lo que se acompañaron de un borrico a fin de hacer más llevadera la jornada. Iba el muchacho montado en el burro cuando al pasar junto a un pueblo oyeron:

– ¡Qué vergüenza! El jovencito tan cómodo en el burro y el pobre viejo haciendo el camino a pie.

Oído esto, decidieron que fuera el abuelo en la montura y el joven andando. Pero al pasar por otra aldea, escucharon:

– ¿Viste al egoísta? Él bien tranquilo en el burro, y el muchachito caminando.

Entonces acordaron que lo mejor sería montar los dos en el jumento y así atravesaron otro pueblo, donde unos lugareños les gritaron:

– ¿Qué hacéis vosotros? Los dos subidos en el pobre animal. ¡Qué crueldad, vais a terminar reventándolo!

Vista la situación, llegaron a la conclusión de que lo más acertado era continuar a pi los dos para no tener que soportar más comentarios hirientes. Pero pasaron por otro lugar y tuvieron que oír cómo les decían:

– ¡Tontos! ¿Cómo se os ocurre ir andando teniendo un burro?”


Si observas, en este relato de Ramiro Calle, cada uno de los comentarios que el abuelo y el nieto escucharon fueron críticas. Fuesen de un modo u otro, siempre era mal visto. Y ellos, según lo que les decían, cambiaban su modo de actuar. Claro, que en el siguiente pueblo, otra vez eran criticados. Y así es nuestra realidad.

Vivimos en una sociedad donde la crítica está al día. Sólo vemos lo negativo en el otro. ¿Por qué? ¿Para qué?

¿Para sólo ver lo malo en el otro y así no mirar nuestro interior?

¿Por qué no ver la bondad del abuelo hacia su nieto en el primer caso? ¿O el cuidado hacia el abuelo por parte del nieto? ¿O el poderío y la fuerza del burro? ¿O el respeto del abuelo y el nieto hacia el animal?

Todos hacemos las cosas por algún motivo, con un sentido y una intención prestablecidos. ¿Por qué no preguntarle el motivo por el que lo hace de ese modo y no de otro? A lo mejor escuchándole, podremos entender mejor a la persona y, sobretodo respetarle.

Enjuiciando a los demás y creyéndonos con la razón verdadera, difícilmente podremos establecer relaciones sanas.

-Sara Estébanez-

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