– ¡Hola! Hoy estoy hecha polvo.

– ¿Y eso?

– Estoy que no puedo más. Hoy ha sido un día horrible. Todo ha salido del revés.

– ¿Qué es lo que te ha salido del revés?

– He perdido el autobús. Eso me ha hecho llegar tarde a clase y no he podido entrar. Mañana tengo examen de esa asignatura y hoy nos iban a dar datos d relevancia para estudiar. Voy a suspender.

– Ya, vas a suspender.

– Luego he ido a una cita con un cliente y él no ha ido. Por lo visto entendió mal el lugar en el que vernos. Y cada uno ha estado en un sitio diferente esperando al otro. Eso va a hacer que mi cliente al final no me contrate.

– Claro, no te contrata porque no has podido hablar con él sobre tu producto.

– ¡Justo! Y si quieres te cuento más. He tenido que comer sola y en un sitio que no conocía y me ha sentado mal la comida. He tenido bronca con mi jefe por no haber visto al cliente, con lo que no sé si me renovará el contrato. Lo que te decía, hoy ha sido un día espantoso.

– Sí, la verdad es que han sucedido cosas que no tenías previstas. Todo ha salido diferente de como lo tenías planeado. Pero, ¿quieres que te cuente un secreto? Todo lo que nos sucede, todo lo que vivimos en nuestro día a día, tiene sus pros y sus contras.

– ¿Cómo? No entiendo. O es bueno, o es malo. No hay otra opción.

– ¿Sí? Todo tiene sus partes buenas y sus partes malas. Fíjate. Hoy, paseando con mi perra, me he pegado un resbalón y me he caído al suelo. Eso, en princpio es algo que valoraríamos como malo. ¿Verdad?

– ¡Claro!

– ¿Y si te digo que tuve la suerte de que hubiese gente al lado mío que me ayudó? Claro, eso lo ves como algo normal, pero no es así. Me caí a menos de dos metros de ellos, con lo cual su ayuda fue instantánea. Eso me permitió ver que hay gente amorosa. A pesar de que no les conocía, fueron corriendo a ayudarme. ¿Cómo lo ves ahora?

– ¡Normal! Cuando alguien se cae los demás le ayudan.

– ¿De verdad? ¿Siempre es así?

– Mmm… Pues no, tienes razón. Hay veces que la gente se queda mirando al que se ha caído y pasa de largo.

– Por eso te digo, fui una gran afortunada. Encima, no me hice nada. Sólo el pequeño dolor de la caída. Pero no me rompí nada, no me hice ningún tipo de lesión. Sólo un mini raspón en la rodilla.

– ¡Jolines! ¡Qué suerte!

– Y ya, para finalizar todo te cuento. Normalmente, a la hora a la que saco a la perra no hay nadie en la calle. Está vacía. Vamos solas mi perra y yo recorriendo todas las calles de alrededor de nuestra casa. No nos cruzamos con nadie. ¡Y qué suerte! Ese día había tres vecinos justo a mi lado, y encima me ayudaron.

– Pues sí, la verdad es que tuviste mucha suerte.

– ¿Suerte? ¿Pero no decías que el caerme era algo negativo?

– Hombre, visto así.

– Efectivamente, tú lo has dicho, “visto así…”. La clave está ahí. En cómo vemos las cosas que nos suceden y en cómo las interpretamos. En algo nos beneficiará y pensaremos que es bueno. Luego, en otro aspecto, lo veremos como malo. La cuestión es en cuál de los dos puntos quieres centrarte. ¿En lo que ganas o en lo que pierdes? Esto mismo que te acabo de contar de mi caída, también puedes hacerlo con todo lo que te ha sucedido hoy. Trata de ver en qué te benefician las cosas que consideras como negativas. ¿En qué son positivas?

-Sara Estébanez-

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