¿Te acuerdas de Pinocho y cómo le crecía la nariz cuando mentía? ¿Te acuerdas del cuento? Cuando Pinocho decía la verdad, todo perfecto. Pero cuando mentía, su nariz crecía más y más. ¿Lo recuerdas?
Pues en verdad a nuestro cuerpo le pasa exactamente lo mismo. ¡Siiii! No nos crece la nariz, pero nuestra vibración cambia si lo que decimos es verdadero o no.
¿Qué, no te lo crees? Compruébalo.
Piensa en algo que tú sepas a ciencia cierta que es cierto. Por ejemplo: “Estoy de pie, estoy sentado. Soy hombre, soy mujer.” Lo que tú prefieras. ¿Lo tienes? Detente por un momento. Presta atención a cada uno de tus poros, a cada uno de los átomos que te conforman. Siente cómo ese pensamiento, esa frase afecta a todo tu ser. Tómate tu tiempo. Como si tienes que invertir 20 minutos. No hay prisa. Date el lujo de escuchar cómo esa idea verdadera te afecta a nivel físico, mental y emocional.
Ahora repite este mismo ejercicio, pero con algo que tengas la certeza de que es mentira. Dite internamente algo que sea totalmente falso y que nada lo pueda cuestionar. Para que sea más sencillo. Si volvemos a los ejemplos propuestos antes es sencillo. Si estás de pie, no puedes estar sentado. Con lo que si tu frase verdadera era “Estoy de pie”, ahora “Estoy sentado”, será falsa. ¿A que sí?
Pues adelante. Ahora toca percibir cómo afecta a tu cuerpo pensar en algo que es mentira.
Lo mismo te digo. Siente ese embuste en todo tu organismo. Advierte cómo reaccionan tus músculos, tu estómago, tu respiración, tus labios… Así hasta el infinito.
Y ahora viene lo divertido. ¿Has percibido alguna diferencia, por mínima que sea, a nivel corporal, emocional o mental entre el primer caso y el segundo? Estoy convencida de que tu respuesta es afirmativa.
La clave está en escucharnos internamente a todos los niveles. El problema es que a eso no nos han enseñado. De hecho, nos han “desenseñado”. De pequeños dominábamos a la perfección el lenguaje en el que todo nuestro ser hablaba. Pero según hemos ido creciendo, hemos ido dando más importancia a lo que nos decían los demás, a lo que había en el exterior. ¿Consecuencia? Nos hemos ido haciendo cada vez más y “más sordos” en la percepción de lo que nuestro organismo internamente nos decía.
Pero no desesperéis. Para los que no habéis percibido diferencia alguna, os cuento. El cambio de vibración ante cosas/situaciones/frases… ciertas y falsas la vibración es diferente. Siempre lo ha sido y siempre lo será. Y si aún no eres capaz de distinguir internamente cuando algo es cierto o cuando es falso, no desesperes. A todo se aprende. Todo es cuestión de práctica. Mozart desarrolló la capacidad de tocar el piano en un santiamén. Pero el resto de los seres humanos hemos necesitado miles y miles de horas sentados frente al teclado practicando una y otra vez esa partitura y ese trocito que no nos salía. Eso sí, cuanto más ensayábamos, antes nos salía. Pues esto es lo mismo. Cuanto más practiques el arte de la escucha interior, antes lo lograrás.
¡¡Ánimo!!
Continuará…
-Sara Estébanez-