En el anterior artículo hablábamos de lo importante que es valorarte. No sólo por tus grandes logros, sino por todo lo que haces y sabes hacer. Todo es importante. Tú vales más de lo que te imaginas.
Y en función de cómo te valores así actuarás y así será tu realidad. Fíjate.
¿Te atreves a cocinar unas lentejas? ¿Conduces un coche? ¿Das clase, enseñas a alguien?
Si te atreves a hacer las lentejas, coges los ingredientes y te pones a ello. Da igual que sepas o no. La cuestión es que atreves. No nacemos sabiendo. Y para aprender necesitamos probar y repetir tantas veces como sea necesario para integrar ese conocimiento en nosotros. Sea hacer las lentejas o escribir a máquina. Todo es cuestión de práctica.
Pero claro, también puede pasar que no sepas hacerlas y no te atrevas a probar y aprender en ese momento. ¿Entonces qué haces? Dejas a otra persona que las haga. Se lo dices y ya está.
Pero no sólo tú actúas con arreglo a lo que sientas que puedes hacer y lo que no. Los demás también. Y ese actuar de un modo u otro, ese “me atrevo – no me atrevo“, genera en uno sentimientos muchas veces encontrados.
Si pruebo a hacerlo soy valiente y me siento genial. Pero si me arrugo, me encojo y no lo hago, mis sentimientos serán otros. Me puedo sentir inferior al otro, que soy una cobarde, que no valgo para nada…
Y lo mismo pasa si me sale bien o me sale mal. Si me sale bien siento que valgo mucho, que soy una persona que triunfa… Por el contrario, si me sale mal me sentiré abatida, desanimada, cabizbaja, que no valgo para nada…
¿Te suena esto de algo?
Pero vamos un poco más allá. ¿Quieres que te cuente un secreto? Alguien que critica constantemente al otro en realidad es porque no se valora a sí mismo, se cree interior al otro y, claro, se siente fatal. ¿Entonces qué hace para encontrarse mejor? Se pone a menospreciar lo que hace el otro para así sentirse más grande que él. Es un “yo valgo más que tú”.
Es un como es adentro, es afuera. Como yo no me valoro, yo no valoro a los demás. Y lo mismo sucede a la inversa. Si yo no me valoro, los demás tampoco lo harán.
Por eso te invito a que, la próxima vez que te encuentres enjuiciando lo que el otro hace, te pares a pensar en qué aspecto te estás sobreestimando. ¿Qué no haces tan bien pero intentas dar muestra de que lo haces de maravilla?
Y lo mismo en el sentido contrario. Cuando te encuentres con alguien que no valora lo que tú haces, pregúntate en qué no te valoras a ti mismo. Esa persona es tu propio reflejo. Si tú no te valoras, el otro tampoco lo hará.
-Sara Estébanez-
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