Consciente o inconscientemente heredamos infinidad de patrones familiares. Comportamientos que no sabemos por qué, pero están ahí en nosotros. La cuestión es que si nos benefician, genial, maravilloso. Pero si nos perjudica a nivel personal, ya no es tan fantástico.
La cuestión está en que si no sanamos aquello que nos hace daño y que hemos heredado de nuestros ancestros, lo que estaremos haciendo es continuar con ese patrón heredado y se lo estaremos pasando a nuestros descendientes.
Te pongo un ejemplo basado en un hecho real.
Uno de los hermanos de una familia numerosa fue apartado de la familia. Le echaron durante infinidad de años. Y todo por un simple error de comportamiento a la hora de poner límites a alguien de la familia que le estaba haciendo daño. Toda la familia se hizo una piña y le echó del grupo familiar. Durante años, ahí se quedó en el ostracismo.
De repente, un día, sin saber por qué, alguien de la manada hizo que volviese. Y ahí que volvió. Con la cabeza gacha y sometido a lo que sus hermanas mayores determinasen. Era el desecho de la familia y si quería que le aceptasen, debía cumplir con todo lo que le mandasen. Y así hizo. Se sometió a su voluntad y ahí continuó hasta el fin de sus días siendo la vergüenza de la familia.
Años más tarde, la hija de este hombre sufrió la misma experiencia. Por el simple hecho de poner límites a una de sus tías, a la cuñada de uno de sus hermanos, pasó a ser la proscrita de la familia. Y desde ese mismo día toda la manada la dejó abandonada en uno de los peores momentos de su vida. Había perdido un hijo. Pero a pesar de todo ese dolor que conlleva a una madre perder a un niño deseado y buscado durante mucho tiempo, toda la manada le abandonó. Hicieron piña y ahí la dejaron. Abandonada y tirada cual colilla.
Más tarde, después de muchos años, la tía que generó todo el conflicto vino a decirle que volviese a la manada. Ahí, la hija de este hombre tenía dos opciones. O volver con la cabeza gacha y siendo la abandonada del mismo modo que lo fue su padre. O romper con ese patrón familiar y no volver al clan familiar.
Si quería seguir con ese patrón, debería volver. Esto haría que en generaciones posteriores se repitiera este comportamiento de abandono y vuelta con la cabeza gacha.
Sin embargo, si quería romper con dicho patrón familiar y evitar que generaciones posteriores sufrieran ese mismo abandono y vuelta al clan, debería decir “No” a esa petición de reingreso a la familia. Debía de actuar de forma diferente a como lo hizo su padre años atrás.
Queramos o no, heredamos infinidad de cosas de nuestros ancestros y está en nosotros continuar haciendo lo que ellos hicieron y pasarlo a nuestras generaciones futuras o romper con ello y evitar que sus descendientes vivan la misma experiencia.
Tú decides.
-Sara Estébanez-
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