ISABEL ALLENDE tiene una frase que me encanta. “Todos tenemos demonios en los rincones oscuros del alma, pero si los sacamos a la luz, los demonios se achican, se debilitan, se callan y al fin nos dejan en paz.” Que aparece en su libro “El amante japonés”.
Y así es nuestra realidad. Todos tenemos nuestros propios demonios, nuestras dudas, nuestros miedos. ¿Dónde está el origen de todos ellos? Primero, de lo que hemos aprendido de nuestros padres y la gente más cercana a nosotros. Ellos nos han enseñado lo que ellos sabían. No podían enseñarnos astrofísica si desconocían su funcionamiento. Uno sólo puede enseñar lo que conoce. Y sí, de ellos heredamos esos miedos, esos bloqueos que hoy nos están limitando y están condicionando nuestra realidad. Y la suma de todos ellos es lo que va a determinar nuestra personalidad y nuestra forma de actuar.
Luego, están nuestras experiencias. De ellas sacamos unos aprendizajes. Pero siempre, partiendo de lo que previamente hemos aprendido de nuestros maestros (padres, tíos, abuelos, amigos…), de nuestros conocimientos.
decir Y a la inversa pasa exactamente igual. Nosotros mismos somos maestros de todas las personas próximas a nosotros. Aunque no seamos conscientes de ello. Con nuestras acciones y con nuestras palabras le estamos ofreciendo una manera de actuar y de ser. Algo que luego esta persona, puede tomar o no dependiendo de la cercanía con nosotros y del impacto que tenga sobre ella. A su alrededor hay miles de personas con sus propias personalidades y formas de ser. ¿De quién tomará y de quién no? ¿Cuánto tomará? ¿En qué porcentaje? No lo sabemos. Pero lo que sí es cierto es que nuestros actos están ahí mostrando cómo pensar, hacer y en la vida.
Nuestra forma de ser está condicionada por nuestro pasado y por lo que nos han enseñado. Habrá cosas que nos gusten y cosas que no. Actitudes y situaciones que nos han empoderado y otras que nos han amargado la existencia. Lo que pasa es que las posibilidades de que yo repita tanto unas u otras, son muy altas. ¿Por qué? Porque es como me educaron. El modo de ver la vida es el que me mostraron. Por eso es tan importante superar esas situaciones traumáticas. Para no repetirlas en un futuro. Si realmente quiere cambiarlas.
El adulto que generó esa situación traumática, también tuvo que sufrir lo mismo que nos ha dado. Por eso lo hizo. Porque estuvo repitiendo lo que aprendió.
Tanto la víctima, como el verdugo han de sanar ese trauma. Para desaprender esa conducta. Pero está en uno decidir sanarla o no.
-Sara Estébanez-
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