Hacía muchos años mi maestro me enseñó cómo funcionaba la realidad, pero nunca lo puse en práctica. De hecho, no podía creer que eso fuese cierto. ¿Cómo podía ser yo quien crease mi realidad con mis pensamientos? Decía que en función de lo que pensase, mi vida sería de un modo u otro.

– ¿Mis pensamientos? – Le pregunté en su momento.

– Aquello que pensamos es lo que traemos a nuestra realidad. – Adujo sin pensarlo un solo segundo.

Yo no podía dar crédito a lo que me estaba diciendo, pero aun así, decidí jugar con mis pensamientos unos cuantos días y a ver qué pasaba.

Mi primer juego fue con el aparcamiento. Vivía en una ciudad muy grande y con miles de coches. Allí, lo de aparcar era una ciencia. Encontrar sitio era como si te hubiese tocado la lotería. Por eso decidí juguetear con la idea de que encontraría fácilmente sitio para estacionar mi coche. Era alucinante. Los días que iba con mi mente jugando con un espacio libre, ahí estaba. Es más, la mayoría de las veces estaba en el mismo lugar en el que lo había imaginado. ¡Alucinante! ¿No te parece?

Por el contrario, los días que iba pensando que no encontraría sitio, así era. Me tiraba un buen rato buscando una plaza de aparcamiento. Pero nada, que no estaba. Era como si se hubiesen evaporado. Ahí no había ni una. Tanto era así, que la mayoría de las veces tenía que meterlo en un parking de pago.

Después de la experiencia de encontrar sitio para aparcar o no, probé a ver cómo podía verse reflejado en mi trabajo. Yo, a lo largo de la semana, tenía que entregar unos cuantos informes. ¡No daba crédito a lo que estaba experimentando! Los informes que hacía pensando que iban a salir bien, salían genial. Me daban una alegría que no veas. Sólo pensar que me tenía que poner con ellos me daba una fuerza y unas ganas de trabajar, que los otros no. Después, era alucinante, me quedaban tan bien redactados y el estudio tan bien hecho, que hasta mi jefe me felicitaba por ellos. Sin embargo, los que estaba yo ahí con el runrún de que me estaban quedando mal, los hacía con desgana así era. ¿Consecuencia? Me quedaban fatal y tenía la bronca garantizada.

Va a ser que mi maestro tenía razón, que con nuestros pensamientos generamos nuestra realidad. Seguiré jugando con esto y os voy contando. Este es el primer escalón de los siete que me dijo mi maestro. No quiero ni pensar cómo sería nuestra realidad si lo que me enseñó fuese verdad. Iré jugando con todo ello y os iré contando. Cuando averigüe más cositas, os cuento.

-Sara Estébanez-

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