Ayer era un día importante. Iba a ser la presentación de un nuevo proyecto y de las personas que participarían en él. Mi pareja estaba entre ellas.

Una presentadora fue anunciando a todos los participantes de uno en uno. Más o menos sabía cuándo mi pareja iba a salir, pues seguía un orden específico que comprendí desde la primera persona a la que presentó, con lo que cuando intuí que mi pareja iba a salir al escenario, cogí mi móvil y cámara en mano puse la cámara en modo vídeo para poder grabar su salida y la ovación que recibiría en su presentación. Pero cuál fue mi mala suerte que, justo cuando mi pareja salió, una persona pasó por delante de mí y me impidió tomar el “paseíllo” de mi pareja. En ese momento el enfado se hizo conmigo y blasfemé contra la persona que se interpuso y me impidió hacer la toma de vídeo correctamente. Traté de deshacer mentalmente la respuesta que tuve ante dicha situación, pero lo hecho, hecho estaba y sufrí las consecuencias.

Una vez terminado el acto, se hicieron fotos de todo el grupo. Ahí, las tomas de las imágenes, el foco, la luz… todo lo tomé con total perfección. Pero, cuál fue mi sorpresa cuando fui a tomar una foto a mi pareja con la persona que organizó el evento. Ahí estaban ambos posando ante mi cámara. Tomé las fotos. Pero cuál fue mi sorpresa, que justo en ese momento la calidad de la toma de las imágenes de mi cámara falló. Salió todo desenfocado, pixelado y con unos brillos horrorosos. Las fotos salieron para tirar. No sirven para nada. Es como si no las hubiera tomado. Menuda decepción. Fue desesperante.

Mi desánimo fue enorme. Pero claro, era normal. Ahí el principio de “causa y efecto” funcionó a la perfección. Yo había echado pestes contra la persona que se interpuso entre mi cámara y mi pareja a la salida del estrado, la causa. Y el efecto estuvo ahí. Después, como consecuencia seguí sin poder hacer una foto decente a mi pareja gracias al desenfoque de mi cámara.

A esto que calificaríamos como un desastre y un infortunio, muchas veces no le encontraríamos la interrelación con el que luego no pueda hacer las fotos correctamente. Pero sí lo hay. Yo blasfemo contra alguien y, como consecuencia, mi objetivo de hacer la foto fracasó. Cuando hablamos del Principio de Causa y Efecto, creemos que debe ser algo literal. Yo maldigo contra alguien, y esa misma persona tiene que blasfemar contra mí. Pero, además creemos que debe ser esa misma persona la que lance improperios contra mí, pero esto no es así de literal.

Uno, las injurias contra mí pueden venir por otro lado.

Dos, tienen que ser injurias, las consecuencias pueden ser otras.

Y ya para rizar el rizo, tres, la respuesta a lo que yo hago puede venir en otro momento. No tiene por qué ser al instante en el que realizo el acto.

Todo lo que hacemos tiene sus consecuencias, Principio de Causa y Efecto. Sean estas que vengan de una persona, otra, ahora o en otro momento. Nuestro presente es el resultado de todo lo que hicimos y dijimos en el pasado. Y con lo que hacemos y decimos en este momento estamos haciendo que nuestro futuro sea de un modo u otro.

Está en nosotros elegir qué queremos vivir.

-Sara Estébanez-

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