Muchas veces nos identificamos con un género, masculino o femenino, y creemos que no tenemos nada del género contrario y no es así. Tenemos los dos géneros integrados en nuestro cuerpo y en nuestro día a día.
Sí, en nuestro cuerpo también. ¿Comer y “descomer” pertenecen al mismo género? Uno entra y otro saca. Uno es el que aprovecha todos los nutrientes de lo que comemos y otro es el que desecha todo lo que nos sobra.
Son dos cosas opuestas, por lo que una pertenece a un género y la contraria al otro.
Y lo mismo pasa en nuestro día a día.
Yo, ahora mismo, cuando estoy escribiendo este artículo estoy siendo los dos géneros a la vez. Uno el femenino creador que piensa y desarrolla las ideas y otro masculino que va de tecla en tecla poniendo cada letra y analizando lo que escribo y la congruencia entre todo. También está el femenino, que persigue la belleza en el contenido y en cómo lo estoy explicando.
Y así en cada una de las acciones que llevamos a cabo en nuestro día a día. Somos la suma de dos polos, el masculino y el femenino.
Soy masculina cuando riego mis plantas y femenina cuando me deleito en su belleza.
Incluso, nuestro cuerpo en sí mismo es yin y yang. Inspirar es yin, espirar es yang. Las emociones son yin y los pensamientos son yang.
Y así podría poner un infinito de ejemplos en los que aunque sea mujer, estoy siendo a la vez los dos géneros. O una vez soy uno y al rato el otro.
¿Y tú? ¿Sólo inhalas y no exhalas, o al revés? ¿Siempre escuchas y nunca hablas? ¿Sólo escuchas la música que te gusta, nunca la cantas?
Nuestra vida es la suma de los dos polos. En todo lo que vemos, escuchamos, olemos o comemos están el yin y el yang, de ahí se genera, se crea lo que nos rodea.
Y en nosotros mismos sucede exactamente lo mismo. Somos la suma de los dos polos ya no sólo por ser la unión de un espermatozoide más un óvulo. Somos más.
-Sara Estébanez-
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