Las personas somos diferentes en muchas cosas. Pero sobre todo a la hora de la expresión de las emociones. Aquí influyen muchas cosas: la educación, las situaciones de cada cual y las creencias que traemos de base.

Imaginaos un péndulo: a un lado estarán los muy expresivos o muy expansivos, al otro los que no expresan nada, cero. Ambos enfoques son buenos si la persona está a gusto con esa opción.

El problema surge cuando esas dos tipologías de sentir forman una relación de pareja. Lo que para uno puede ser totalmente normal para el otro no lo es, puesto que está en las antípodas. Y además quieren que cambie la otra persona alegando que lo que hace o siente “no es normal”.

Cuando una persona es poco expresiva o tienen dificultades para mostrar sus emociones, suele enamorarse de alguien que es justo lo contrario. Es como si hubiera aparecido para iluminarle porque desea cambiar, aunque no siempre lo hace. Algo dentro de ellos le dice que anhela eso que el otro hace, pero después en el día  a día, esas diferencias tan extremas pasan factura. Porque uno de los dos, o los dos, quieren cambiar al otro. O uno se amolda a las peticiones del contrario por las creencias que tenga con respecto a la pareja y deja de ser él/ella mismo/a.

Os voy a poner un ejemplo de alguien que acaba de romper una relación de pareja viviendo en esa polaridad y no era consciente hasta que no ha pasado un tiempo.

Hace relativamente poco vino a consulta una persona a la cual habían dejado de forma abrupta por “los pollos que monto”. Esta fue la frase que le dijo su ex pareja. Esta clienta reconoció que a veces montaba números porque sentía que el otro no cubría sus necesidades o no le hacía caso. La relación se rompió cuando el otro alegó que esto que hacía le había destrozado y necesitaba recuperarse. Después de un tiempo analizando la situación dentro del duelo que estaba haciendo tomo conciencia de que no era más que su forma de expresar las emociones, y que la otra persona no expresaba absolutamente nada. Tomo conciencia de la ausencia de besos, caricias, apoyo emocional…y entendió que esa falta le hacía salta con los supuestos “pollos”.

A lo que vivió le pusimos el nombre de “Desierto Emocional”. Es la sensación de no estar mal con alguien pero tampoco bien. Sin ser consciente de lo que realmente falta o lo que está pasando hasta que no se ha roto la relación o cuando el estado emocional que tiene la persona expresiva es muy negativo.

Es cierto que quizás no podemos decidir de quien nos  enamoramos, pero si podemos decidir con quién establecemos una relación sentimental. Para poder crecer juntos hemos de estar cerca en la polaridad, los extremos al final, hacen daño.

-Ruth Fernández-

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Comprendiendo la Realidad Básico

Comprendiendo la Realidad en Pareja