– ¡Todo es un fastidio! ¡Estoy harto de todo! ¡Siempre me pasa lo peor! ¡Nada me sale bien!

– ¿De verdad? ¿Nunca te sale nada bien?

– Voy de fastidio en fastidio y tiro porque me toca.

– Los fastidios no siempre son fastidios. A veces nos llevan a cosas que nos gustan y resultan agradables. Mira. Pongamos que te deja el coche tirado y tienes que llamar a la grúa. ¿Cómo lo ves?

– ¡Hombre! Eso fastidia a cualquiera.

– Pero, ¿y si de repente, el gruísta es ese amigo de la infancia que llevas tanto tiempo buscando? ¿Entonces?

– Eso ya es otra cosa. Ahí se estaría cumpliendo uno de mis sueños. ¡Por fin le habría encontrado!

– Os ponéis a hablar recordando viejos tiempos, una cosa lleva a la otra, y retomáis la relación.

– ¡Mejor aún! – Replicó.

– Claro, pero de repente un día, sin enterante, te das cuenta de que te ha mentido en un embrollo que te lleva a la cárcel. ¿Ahora cómo interpretarías el haberle encontrado?

– ¡Pues una putada!

– Pero fíjate cómo es la cosa. Te deja tirado el coche, fastidio total. Pero esa avería del coche se torna en maravillosa porque encuentras a tu amigo. Con lo que el hecho de que el coche se estropee se convierte en algo estupendo. Sin embargo, ese reencuentro que considerabas tan maravilloso ahora es un fastidio. Te ha llevado a la cárcel. Entonces esa rotura del coche ahora es un horror. Estás en la cárcel gracias a ella.

– ¡Hombre! ¡Me dirás! No me digas que no es una faena a dónde me lleva todo ese recorrido. ¡Y encima por una simple rotura del coche!

– ¡Si! Estoy totalmente de acuerdo contigo. Ahora el final es asqueroso. Estás en la cárcel. Pero eso puede convertirse en una ventaja para otra cosa. Por ejemplo, imagínate que ese tiempo que estás ahí encerrado en la cárcel lo aprovechas y te dedicas a estudiar. Estudias tanto, que te conviertes en un reputado abogado criminalista con mucha fama. Y cuando sales te forras trabajando como abogado. Ahí en la cárcel tienes muchos clientes.

– ¡Ya! Todo es un pingpong. Pasa algo. Lo ves como bueno y de repente se transforma en malo. Luego ese “malo” se transforma en bueno. Y así todo el rato.

– Pero ese pingpong que ves tan claro de una cosa a otra en realidad pasa en todo lo que nos sucede en el día a día. Pongamos otro ejemplo.

– Sí, mejor porque me estás volviendo loco.

– En nuestro día a día todo lo que experimentamos y hacemos tiene su lado positivo y su lado negativo a la vez, no primero uno y luego otro. Todo tiene sus ventajas y sus inconvenientes. Veamos nuestro ejemplo. Pongamos que desayunas a las 8:00 de la mañana. Esto te permite llegar pronto al trabajo con lo que te da tiempo a hacer todo lo que tienes que hacer y el jefe no te echa la bronca. ¡Genial! Pero claro, ese llegar con tiempo al trabo te impide ir a la estación de tren a ver tu pareja. Tiene que hacer un trasbordo justo en la estación de al lado de tu casa. Su tren llega a las 9:00. El que tiene que coger sale a las 10:00. Pero tú no puedes salir del trabajo para ver ese rato a tu pareja. Con lo que tu desayuno a las 8:00 y ese llegar a tiempo ahora se convierte en un inconveniente. No puedes ver a tu pareja.

– ¡¡Bfff!! Eso es un fastidio total. Si te he entendido bien, todo tiene sus ventajas y sus inconvenientes.

– Efectivamente. La cuestión es en qué lado queremos poner nuestra atención, en qué nos queremos centrar. ¿En las ventajas o en los inconvenientes? ¿En lo que perdemos o en lo que ganamos? Tú eliges.

 

-Sara Estébanez-

 

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